El capacitismo es el sistema social, cultural, político y económico mediante el cual los cuerpos son valorados según unos estándares de capacidad y de integridad corporal. Es un sistema que menosprecia las funcionalidades del cuerpo que no se adaptan al modelo productivista y biomédico dominante propio de la cultura europea occidental. Es decir, la lógica capacitista discrimina según las capacidades, dando por hecho que hay ciertas capacidades del cuerpo superiores a otras, generando una única forma natural, normal y deseable de ser humano. Se genera así la categoría de discapacitades, discriminando a las personas a las que se les otorga dicha categoría, una categoría que implica ser expulsades (en mayor o menor medida) de la esfera pública y privada. En este sentido, lo que se entiende como capacidad y discapacidad es un constructo social y un sistema de opresión: una persona no es esencialmente discapacitada, sino que tiene unas diferencias respecto a la norma y es a través de su relación con el contexto y como éste la categoriza, la limita y la discapacita que se crea la discapacidad. 

Pese a eso, la discapacidad continúa concibiéndose desde la mayoría de los sectores sociales como una un problema o un defecto individual que hay que rehabilitar, curar o eliminar, y con el que cada une se tiene que apañar, en vez de cuestionar el capacitismo como sistema opresor. Pero no poder entrar a un espacio, no tener acceso a un contenido, que no se respeten otros tiempos, otras formas de ser, de hacer y de estar y que no se tengan en cuenta los cuerpos discas en las redes afectivas e íntimas no es un problema individual. Significa que hay un sistema y unas formas de funcionar hegemónicas que nos están expulsando de la esfera social. Aunque parece algo obvio, es fundamental insistir en la construcción social de la discapacidad. Mientras que el género y la raza son comúnmente consideradas categorías sociales que funcionan como ejes de opresión, no ocurre lo mismo con la capacidad: les discas continúan concibiéndose como cuerpos y mentes “defectuosos, carne de quirófano, de rehabilitación o de encierro” (García-Santesmases y Sanmiquel-Molinero, 2021). Según James L. Cherney (2011 p.3-4), quienes quieran socavar el pensamiento capacitista tendrán que ir más allá de los fundamentos retóricos limitados por las suposiciones de este mismo pensamiento. Sólo así se podrá reconocer el capacitismo como una perspectiva destructiva y peligrosa, afirma el mismo autor. El régimen capacitista opera en una estructura casi imperceptible pese a estar muy presente. Las exclusiones que hacemos y que recibimos las percibimos como algo normal y aceptable. Incluso cuando somos conscientes de ellas, nos parecen algo natural e inevitable, como si esta fuese la única forma posible de que el mundo y la estructura social funcione. En la misma dirección, Wolbring señala el capacitismo como “uno de los «-ismos» más arraigados y aceptados socialmente (…)” (Wolbring, Gregor y Paco Guzmán, 2010 p.2) siendo sus efectos excluyentes apenas percibidos o cuestionados.

 Incluso les propies discas caemos en el discurso de que el capacitismo es un mal menor que no merece ningún tipo de atención política o intelectual. Esto a menudo nos ha llevado a intentar esconder y negar nuestra discapacidad y nuestras necesidades, haciendo creer al resto que somos tan capaces como elles –hablando en términos capacitistas– o, que con los apoyos necesarios, podemos llegar a serlo. Lo que vendría a decir: el capacitismo no me afecta porque yo puedo con todo. Este discurso de superación –causante de una frustración psicológica y física constante– es seguramente el discurso capacitista más aceptado, directamente relacionado con un capacitismo interiorizado que nos empuja a querer adaptarnos a un sistema que, o bien nos intenta moldear, o bien nos expulsa porque no cumplimos con los estándares del ser humano pleno y civilizado. 

En referencia a esto, Fiona Campbell presenta la distinción ontológica que realiza el capacitismo entre lo humano y lo no humano, incluyendo los cuerpos discas en la segunda categoría. Entiende estos cuerpos no sólo como aquellos que quedan fuera de lo humano -y que, por lo tanto, son descartados- sino como algo fundamental para diferenciar lo humano y lo normal. Les discas tenemos un lugar, el de ser el límite que ‘‘asegura la realización performativa de lo normal’’ (Campbell 2008 p. 5). En esta sociedad, a quien encaja en el estándar marcado por el sistema capacitista se le considera un ser humano completo. A quien no, se le discapacita, y se le considera menos válide, menos que un ser humano completo. En este sentido, que se te conceda la categoría de humane no es un hecho que se pueda dar por sentado, sino que es una concesión política que solo se otorga a quién se ajusta a una serie de normas. Bajo el prisma capacitista, lo que define a un ser humano es su lugar en el sistema de producción, reproducción y relación en un escenario que actualmente se nutre “de la necesidad del capitalismo de crear y fomentar la idea de cuerpo eficaz, que es capaz de producir un beneficio económico y social máximo” (Guerra, 2020 p. 23) Teniendo todas estas cuestiones en cuenta, el cuerpo discapacitado no encaja en esta categorización: las características inscritas en el sujeto humano y las estructuras que lo avalan difícilmente nos representan. 

No pertenecer a la categoría de humanes facilita que se nos impida  el acceso sistemáticamente a la mayoría de los espacios. De hecho, el capacitismo está directamente ligado a la negación de nuestros supuestos derechos básicos garantizados. Debido a la amplia aceptación social del capacitismo, podemos afirmar que vivimos en una sociedad capacitista donde nadie asume sus propias prácticas capacitistas. “Perdona, no habíamos pensado en los cuerpos discas y en el acceso para este evento, ya que no nos esperábamos que nadie nos pidiera esto que nos pides. Pero ven igualmente y vemos, seguro que no es para tanto”, nos dicen cuando preguntamos por el acceso de una actividad. O bien: “Lo tendremos en cuenta para el próximo, gracias por decírnoslo.” Siempre esperando el próximo que nunca llega. Ahora el Waiting de Faith Wilding somos nosotres. Como en la performance de Wilding, parece que les discas hemos estado permanentemente esperando a que nos den acceso para que nuestra vida pueda realmente comenzar. Desde el anticapacitismo se quiere subvertir esta espera y dejar de depender de un sistema que no nos tiene en cuenta y nos rechaza y, para ello, proponemos organizarnos y crear estrategias que deconstruyan la idea de normalidad funcional que estructura el mundo en el que vivimos.

H y T (Irreparables)

Bibliografía

Campbell, Fiona Kumari (2015) Contra la idea de Capacidad: Una conversación preliminar sobre el capacitismo. Publicado originalmente como «Refusing Able(ness): A Preliminary Conversation about Ableism» en M/C Journal, 11(3), 2008. 

Cherney, James L. (2011), «The Rhetoric of Ableism», Disability Studies Quarterly, 31 (3)  <https://dsq-sds.org/article/view/1665/1606 > (consultado el 27 de noviembre de 2022)  

García-Santesmases y Sanmiquel-Molinero (2021). <https://www.elsaltodiario.com/el-rumor-de-las-multitudes/la-teoria-tullida-llega-a-espana?fbclid=IwAR1N0MLzWQXLxOBqLVGs9aPMS_Xv0WqMF11UC6vqISkgbzKazTWgXp1uvBE> (consultado el 27 de noviembre de 2022) .

Guerra, Itxi. Lucha contra el capacitismo I. Conceptos clave. (2020) Fanzine.

Wolbring, Gregor y Paco Guzmán (2010) , «Human Enhacement Through the 

Ableism Lens (an e-mail interview made by Francisco Guzmán)», Dilemata. Revista Internacional de Éticas Aplicadas, 3 , pp.1 – 13 . <https://digital.csic.es/handle/10261/74268 > consultado el 27 de noviembre de 2022)

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